Give me the Vaxx Facts

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Mito: ¿Las vacunas causan autismo?

El temor generalizado de que las vacunas aumentan el riesgo de autismo se originó en un estudio de 1997 publicado por Andrew Wakefield, un cirujano británico. El artículo se publicó en The Lancet, una prestigiosa revista médica, que sugería que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (SPR) estaba aumentando el autismo en los niños británicos.


Desde entonces, el documento ha sido completamente desacreditado debido a graves errores de procedimiento, conflictos de intereses financieros no revelados y violaciones éticas. Andrew Wakefield perdió su licencia médica y el artículo fue retirado de The Lancet.


Sin embargo, la hipótesis se tomó en serio y se llevaron a cabo varios estudios importantes distintos. Ninguno encontró una relación entre las vacunas y la probabilidad de llegar a tener autismo.


Hoy en día, las verdaderas causas del autismo siguen siendo un misterio, pero para el descrédito de la teoría del vínculo autismo-vacunación, varios estudios han identificado ahora síntomas de autismo en niños mucho antes de que recibieran la vacuna SPR. E incluso investigaciones más recientes proporcionan evidencia de que el autismo se desarrolla en el útero, mucho antes de que nazca un bebé o reciba las vacunas.


Fuente: PublicHealth

Mito: Los sistemas inmunitarios de los bebés no pueden manejar tantas vacunas.

Los sistemas inmunitarios de los bebés son más fuertes de lo que piensa. En función de la cantidad de anticuerpos presentes en la sangre, en teoría, un bebé tiene la capacidad de responder ante 10.000 vacunas a la vez. Incluso si las 14 vacunas programadas se administraran de una vez, solo usarían algo más del 0,1% de la capacidad inmunitaria de un bebé. Y los científicos creen que esta capacidad es puramente teórica. El sistema inmunitario nunca podría verse realmente abrumado porque las células en el sistema se reponen constantemente. En realidad, los bebés están expuestos a innumerables bacterias y virus a diario, y las vacunas son insignificantes en comparación.


Aunque hay más vacunas que nunca, las vacunas de hoy en día son mucho más eficaces. Los niños pequeños, de hecho, están expuestos a menos componentes inmunológicos en general que los niños en décadas pasadas.


Fuente: PublicHealth

Mito: La inmunidad natural es mejor que la inmunidad adquirida mediante vacunas.

En algunos casos, la inmunidad natural (lo que significa contraer una enfermedad y enfermarse) da como resultado una inmunidad más fuerte ante la enfermedad que una vacuna. Sin embargo, los riesgos de este método sobrepasan con creces los beneficios relativos. Si usted quisiera obtener inmunidad contra el sarampión, por ejemplo, al contraer la enfermedad, se enfrentaría a una probabilidad de 1 en 500 de morir de los síntomas. Por el contrario, el número de personas que ha tenido una reacción alérgica grave a una vacuna SPR es menos de una en un millón.


Mito: No necesitamos vacunarnos porque las tasas de infección ya son bajas en los Estados Unidos.

Gracias a la “inmunidad colectiva”, siempre que una gran mayoría de personas estén inmunizadas en cualquier población, incluso la minoría no inmunizada estará protegida. Con tanta gente resistente, una enfermedad infecciosa nunca tendrá la oportunidad de establecerse y propagarse. Esto es importante porque siempre habrá una parte de la población (bebés, mujeres embarazadas, ancianos y personas con sistemas inmunitarios debilitados) que no pueden recibir vacunas.


Pero si demasiadas personas o sus hijos no se vacunan, contribuirán a un riesgo colectivo y abrirán oportunidades para que los virus y las bacterias se establezcan y propaguen.


Sin mencionar que, como advierten los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), los viajes internacionales están aumentando rápidamente, por lo que incluso si una enfermedad no es una amenaza en su país, puede ser común en otros lugares. Si alguien fuera portador de una enfermedad del extranjero, una persona no vacunada correrá un riesgo mucho mayor de enfermarse si está expuesta.


Las vacunas son uno de los pilares importantes de la medicina moderna. La vida solía ser especialmente brutal para los niños antes de las vacunas, ya que muchos de ellos sucumbían ante enfermedades como el sarampión, la viruela, la tos ferina o la rubéola, por nombrar solo algunas. Hoy en día estas dolencias se pueden prevenir por completo con una simple inyección.


Entonces, a medida que la ciencia continúa avanzando y enfrentando nuevos desafíos, las personas no deben olvidar cuántas muertes y enfermedades han prevenido las vacunas, y cómo continúan protegiéndonos de formas potencialmente devastadoras de enfermedades infecciosas.


Mito: Las vacunas no merecen el riesgo que conllevan.

A pesar de las preocupaciones de los padres, los niños han sido vacunados con éxito durante décadas. De hecho, nunca ha habido un solo estudio creíble que vincule las vacunas con afecciones de salud a largo plazo.


En cuanto al peligro inmediato de las vacunas, en forma de reacciones alérgicas o efectos secundarios graves, la incidencia de muerte es tan rara que ni siquiera se puede realmente calcular. Por ejemplo, solo se informó una muerte a los CDC entre 1990 y 1992 atribuible a una vacuna. La tasa de incidencia global de reacción alérgica grave a las vacunas suele situarse en torno a un caso por cada uno o dos millones de inyecciones.


Mito: La vacuna contra el COVID-19 puede afectar la fertilidad de las mujeres.

La vacuna contra el COVID-19 no afectará la fertilidad. La verdad es que la vacuna contra el COVID-19 alienta al cuerpo a crear copias de la proteína espicular que se encuentra en la superficie del coronavirus. Esto “enseña” al sistema inmunitario del cuerpo a combatir el virus que tiene esa proteína espicular específica.


La confusión surgió cuando apareció un informe falso en las redes sociales que decía que la proteína espicular en este coronavirus era la misma que otra proteína espicular llamada sincitina-1 que está involucrada en el crecimiento y la unión de la placenta durante el embarazo. El informe falso decía que recibir la vacuna contra el COVID-19 haría que el cuerpo de una mujer combatiera esta proteína espicular diferente y afectaría su fertilidad. Las dos proteínas espiculares son completamente diferentes y distinguibles, y recibir la vacuna contra el COVID-19 no afectará la fertilidad de las mujeres que quieren quedar embarazadas, incluso mediante métodos de fertilización in vitro. Durante las pruebas de la vacuna de Pfizer, 23 mujeres voluntarias involucradas en el estudio quedaron embarazadas, y la única que sufrió una pérdida del embarazo no había recibido la vacuna real, sino un placebo.


Contraer COVID-19, por otro lado, puede tener un impacto potencialmente grave en el embarazo y la salud de la madre. Obtenga más información sobre el coronavirus y el embarazo. Johns Hopkins Medicine alienta a las mujeres a comunicarse con sus proveedores médicos para hablar de otras inquietudes que tengan sobre el COVID-19 en relación con la fertilidad o el embarazo.


Mito: Si ya he tenido COVID-19, no necesito vacunarme.

La evidencia continúa indicando que vacunarse contra el COVID-19 es la mejor protección ante el COVID-19, tanto si ya ha tenido COVID-19 como si no.


Un estudio publicado en agosto de 2021 indica que si usted tuvo COVID-19 antes y no está vacunado, su riesgo de volverse a infectar es más del doble que para aquellas personas que estaban infectadas y se vacunaron.

Si bien la evidencia sugiere que existe cierto nivel de inmunidad para aquellos que anteriormente tuvieron COVID, no se sabe cuánto tiempo estará protegido de contraer COVID-19 nuevamente. Además, el nivel de inmunidad proporcionado por las vacunas después de tener COVID-19 es más alto que el nivel de inmunidad de quienes tuvieron COVID, pero no se vacunaron posteriormente.

Vacunarse brinda una mayor protección a los demás, ya que la vacuna ayuda a reducir la propagación de COVID-19.

En el momento de la vacunación, asegúrese de informar a su proveedor de atención médica sobre sus antecedentes médicos de COVID-19, incluido el tipo de tratamiento, si lo recibió, y cuándo se recuperó. Espere hasta que termine su período de aislamiento antes de hacer una cita para vacunarse.


Mito: Los investigadores aceleraron el desarrollo de la vacuna contra el COVID-19, por lo que no se puede confiar en su eficacia y seguridad.

Los estudios hallaron que las dos vacunas iniciales tienen una efectividad de alrededor del 95 % y no informaron efectos secundarios graves o potencialmente mortales. Hay muchas razones por las que las vacunas contra el COVID-19 pudieron desarrollarse tan rápido. Aquí hay algunas:


Las vacunas contra el COVID-19 de Pfizer/BioNTech y Moderna se crearon con un método que ha estado en desarrollo durante años, por lo que las empresas pudieron comenzar el proceso de desarrollo de vacunas al principio de la pandemia.

China aisló y compartió información genética sobre el COVID-19 rápidamente, para que los científicos pudieran comenzar a trabajar en las vacunas.

Los desarrolladores de la vacuna no se saltaron ningún paso de prueba, pero realizaron algunos de los pasos en un cronograma superpuesto para recopilar datos más rápido.

Los proyectos de vacunas tenían muchos recursos, ya que los gobiernos invirtieron en investigación o pagaron las vacunas por adelantado.

Algunos tipos de vacunas contra el COVID-19 se crearon utilizando ARN mensajero (ARNm), lo que permite un método más rápido que la forma tradicional en que se fabrican las vacunas.

Las redes sociales ayudaron a las empresas a encontrar e involucrar a voluntarios para el estudio, y muchos estuvieron dispuestos a ayudar con la investigación de la vacuna contra el COVID-19.

Debido a que el COVID-19 es tan contagioso y está tan extendido, no tomó mucho tiempo ver si la vacuna funcionó para los voluntarios del estudio que fueron vacunados.

Las empresas comenzaron a fabricar vacunas al principio del proceso, incluso antes de la autorización de la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de los EE.UU.), por lo que algunos suministros estaban listos cuando se otorgó la autorización.


Mito: Recibir la vacuna contra el COVID-19 le da COVID-19.

La vacuna contra el COVID-19 no puede darle COVID-19, y no lo hará. Las dos vacunas de ARNm autorizadas indican a sus células que reproduzcan una proteína que es parte del coronavirus SARS-CoV-2, lo que ayuda al cuerpo a reconocer y combatir el virus, si aparece. La vacuna contra el COVID-19 no contiene el virus SARS-Co-2, por lo que no puede contraer COVID-19 a través de la vacuna. La proteína que ayuda al sistema inmunitario a reconocer y combatir el virus no causa infección de ningún tipo.


Mito: Los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID-19 son peligrosos.

Las vacunas contra el COVID-19 de Pfizer y Moderna pueden tener efectos secundarios, pero la gran mayoría son a muy corto plazo y no son graves ni peligrosos. Los desarrolladores de la vacuna informan que algunas personas experimentan dolor en el lugar donde fueron inyectadas; artromialgias generalizadas; dolores de cabeza o fiebre, que duran uno o dos días. Estas son señales de que la vacuna está funcionando para estimular el sistema inmunitario. Si los síntomas persisten más de dos días, debe llamar al médico.


Aunque el riesgo es muy bajo, debido a la posible formación de coágulos sanguíneos después de la administración de la vacuna de Johnson & Johnson, los CDC actualizaron sus recomendaciones en diciembre de 2021. Los CDC señalaron que las dos vacunas de ARNm, de Pfizer y Moderna, se prefieren a la vacuna de Johnson & Johnson, que permanece disponible para quienes la prefieran y para su uso en determinadas circunstancias. Si tiene alergias, especialmente las graves que requieren que lleve consigo un EpiPen, hable sobre la vacuna contra el COVID-19 con el médico, quien puede evaluar su riesgo y brindarle más información sobre si puede vacunarse de manera segura y cómo hacerlo.


Mito: La vacuna contra el COVID-19 ingresa a las células y cambia su ADN.

Las vacunas contra el COVID-19 están diseñadas para ayudar al sistema inmunitario del cuerpo a combatir el coronavirus. El ARN mensajero de dos de los primeros tipos de vacunas contra el COVID-19 ingresa a las células, pero no al núcleo de las células donde reside el ADN. El ARNm realiza su trabajo para hacer que la célula produzca proteínas para estimular el sistema inmunitario y luego se descompone rápidamente, sin afectar el ADN.


Mito: La tecnología de ARN mensajero utilizada para hacer la vacuna contra el COVID-19 es completamente nueva.

La tecnología de ARNm detrás de las nuevas vacunas contra el coronavirus ha estado en desarrollo durante casi dos décadas. Los fabricantes de vacunas crearon la tecnología para ayudarles a responder rápidamente a una nueva enfermedad pandémica, como el COVID-19.


Mito: La vacuna contra el COVID-19 se desarrolló con sustancias controvertidas, o las contiene.

Las dos primeras vacunas contra el COVID-19 autorizadas por la FDA contienen ARNm y otros ingredientes normales de la vacuna, como grasas (que protegen el ARNm), sales y una pequeña cantidad de azúcar. Estas vacunas contra el COVID-19 no se desarrollaron con tejido fetal y no contienen ningún material, como implantes, microchips o dispositivos de rastreo.


Mito: Ahora que tenemos una vacuna contra el COVID-19, podemos hacer vacunas contra el resfriado común, el VIH y otras enfermedades.

Los miles de virus que causan diversas enfermedades son muy diferentes. Muchos cambian (mutan) año tras año, lo que dificulta el desarrollo de una vacuna que funcione durante un largo período de tiempo.


Desarrollar vacunas para algunos virus que causan enfermedades es difícil. Por ejemplo, el virus que causa el VIH puede ocultarse y volverse indetectable para el sistema inmunitario humano, lo que dificulta enormemente la creación de una vacuna.


El resfriado común puede ser causado por cualquiera de los cientos de virus diferentes, por lo que una vacuna para uno solo de ellos no sería muy efectiva.


Mito: La vacuna contra la gripe lo protege contra el COVID-19.

No hay evidencia que respalde la afirmación de que la vacuna contra la gripe protege contra el coronavirus.


Sin embargo, sigue siendo importante recibir ambas vacunas. De hecho, vacunarse contra la gripe es aún más importante en 2023. Si no se vacuna contra la gripe, podría infectarse con el coronavirus y la gripe al mismo tiempo, lo que ejercería presión sobre su salud y nuestro sistema de atención médica.


Mito: No tenemos enfermedades prevenibles con vacunas en los Estados Unidos.

Enfermedades que alguna vez fueron comunes en los Estados Unidos, como el sarampión o la poliomielitis, ahora son raras o incluso han sido eliminadas por completo porque generaciones de personas se vacunaron para protegerse a sí mismas y a sus comunidades.


En nuestro mundo globalizado, la posible exposición a enfermedades prevenibles con vacunas está a solo un viaje en avión. Como dolorosamente nos ha recordado la pandemia de coronavirus, si un país tiene un brote, es un problema en todo el mundo. En toda la historia de la humanidad, la viruela es la única enfermedad que ha sido erradicada por completo del planeta.


No vacunarse puede ponerlo a usted y a toda su comunidad en peligro.


Mito: Las vacunas se usan para colocar microchips en las personas.

El internet puede ser beneficioso para aprender más sobre la salud, pero también puede ser un terreno fértil para la desinformación, particularmente durante la pandemia de coronavirus.


Hay algunas afirmaciones de que las vacunas se usan o se usarán para colocar microchips en las personas para que puedan ser rastreadas o controladas a través de torres de telefonía celular 5G. Esto no sólo es falso, sino imposible. La evidencia sugiere que esta teoría de la conspiración fue difundida por personas que buscaban sembrar desinformación y confusión entre los estadounidenses.


Hay maneras de encontrar información confiable sobre la salud en línea, pero lo mejor que puede hacer si tiene preguntas sobre su salud es hablar con un médico.


Mito: Puede contraer la gripe por la vacuna.

La vacuna contra la gripe está hecha de un virus inactivado que no puede transmitir infecciones. Entonces, las personas que se enferman después de recibir una vacuna contra la gripe se iban a enfermar de todos modos. Toma una o dos semanas obtener la protección de la vacuna. Pero la gente asume que, debido a que se enfermaron después de recibir la vacuna, la vacuna contra la gripe causó su enfermedad.


Mito: Las personas sanas no necesitan vacunarse.

Si bien es especialmente importante que las personas que tienen una enfermedad crónica se vacunen contra la gripe, cualquier persona, incluso las personas sanas, puede beneficiarse de la vacunación. Las pautas actuales de los CDC recomiendan la vacunación anual contra la gripe para todas las personas mayores de 6 meses, incluidas las mujeres embarazadas.


Mito: La gripe es solo un resfriado fuerte.

La gripe puede causar síntomas graves de resfriado, como dolor de garganta, secreción nasal, estornudos, ronquera y tos. Pero según los CDC, la temporada de gripe 2019-20 provocó al menos 18 millones de visitas médicas, 24 000 muertes y 410 000 hospitalizaciones. La tasa de hospitalización acumulada para niños de cuatro años y menores en esta temporada de gripe fue de 95,1 por cada 100 000 personas a partir de la semana que finalizó el 25 de abril de 2020. Los expertos atribuyen la gran cantidad de muertes pediátricas a una temporada de gripe de “doble barril” en la que tanto la gripe A como la B eran dominantes. No es demasiado tarde para vacunarse contra la gripe. Incluso si no evita contraer la gripe, puede disminuir la posibilidad de tener síntomas graves.


Mito: No necesita vacunarse contra la gripe todos los años.

El virus de la gripe cambia (muta) cada año. Por lo tanto, es importante vacunarse todos los años para asegurarse de tener inmunidad contra las cepas con mayor probabilidad de causar un brote.


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